Hoy os voy a ofrecer el primero de una serie de artículos al estilo "Remember" de El Santuario. Se trata de cosas que escribí antes de empezar a publicar en La Universidad de las Artes Lúdicas.
La siguiente historia la escrbí para el concurso de relatos de mi instituto en el año 2002, con 16 años. Este "pedazo de mierda" me logró alcanzar la segunda posición del concurso. A muchos os parecerá una basura, y en parte lo es y en parte no lo es, ya que simplemente trataba de romper moldes con lo que escribiría la gente del instituto fervientemente católico en el que estudiaba.
Os dejo un regalito adicional en forma de pista, en un ingenioso brote de ingenio, me animé a incluir en la historia numerosos textos de ambientación de Magic The Gathering... ¡Que friki! Encontradlos y adivinidad la carta a la que pertenecen... Si podéis...
La increíble, fantástica e ingeniosa historia del gamusino Gumersindo en busca de aventuras.
Había una vez un triste gamusino llamado Gumersindo que no tenía ningún amigo, se había independizado de sus padres y no le gustaba vaguear. Pero este gamusino no era uno como otro cualquiera. Sindo, como lo llamaban sus padres, era un gamusino aventurero, llegando al punto de desafiar a los perros de caza y a todos los animales del bosque y de la ciudad, a excepción de las musarañas, las cuales le atemorizaban por una pesadilla de su infancia. Pues bien, Sindo... vaya, que ocurre, ¿no saben lo que es un gamusino? ¿nunca han ido a cazar gamusinos?, miren, unos dicen que son blancos, otros que azules, y unos dicen que se parecen a conejos, mientras que otros dicen que a una comadreja, y otros... ¡bueno!, no me voy a enrollar más, lo cierto es que Sindo era de color marrón y más bien parecido a una cobaya, con un tamaño algo mayor que un puño cerrado.
Un día de Julio, Sindo salió a dar una vuelta por el bosque, como él acostumbraba a hacer, y que grande fue su temor al encontrarse de frente con una musaraña. Salió corriendo tan rápido como sus patas podían y aún cruzando túneles y una gran espesura la musaraña dio caza a Sindo. Ella se presentó, se llamaba Saturnina, pero le dijo que le gustaba más el nombre de Nina, que no tenía amigos, y mucho menos se le pensaba comer. Sindo le dijo que él tampoco conocía a nadie, y que le marginaban por ser pequeñito.
Al poco tiempo, los dos roedores comenzaron a pasear juntos y a ir a los mismos lugares, pero un día vieron como un ser humano que paseaba por el campo era atacado por unos cuantos asaltadores de caminos, ¡ésa era la oportunidad de Sindo para hacer un acto heroico ante Nina y ligársela! ¡no la podía desaprovechar! Sin dudarlo ni un solo instante se acercó a uno de los tres asaltadores, saltó y le dio un mordisco en el gemelo, a lo que el atracador respondió con una rotunda patada entre oreja y oreja, como las collejas, pero de un modo algo más brusco, lo que dejó a Sindo inconsciente...
Sindo se despertó en una caja de cartón, con Nina, pero se dio cuenta de que así no conseguían nada, y de que Nina lloraba. Esto enfureció tanto al insignificante roedor marrón que enloqueció de una manera increíble, y sacando a relucir todo su poder salvaje, abrió la caja a mordiscos, salió zumbando, y trepó a un árbol cercano, desde allí vio como los asaltadores que llevaban al hombre secuestrado, y saltando de rama en rama, llegó a ponerse encima de los asaltadores y se lanzó brutalmente y de cabeza contra uno de ellos, y no sabe donde le debió de dar el bicho pero el asaltador cayó instantáneamente al suelo, petrificado. Sólo se oía el suave golpeteo de sus patas. Entonces los asaltadores que aún permanecían de pie dieron media vuelta y huyeron. Una cosa es segura: ya no creían que los gamusinos fuesen simpáticos, y es que los cazados, en ocasiones, se pueden convertir en los más fieros cazadores.
Nina había visto todo lo ocurrido y ahora se sentía enamorada del gamusino, y nunca más se separaría de él. Pero ahí estaba todavía el hombre al que Sindo había salvado, totalmente incrédulo ante una situación así. El hombre adoptó a los roedores, pues les debía mucho, y a estos también les pareció bien estar con él. Desde ese día el hombre, que viajaba mucho, les llevaba siempre con él, y esto les encantaba porque estaban hechos un gamusino y una musaraña muy aventureros.
Por cierto, el hombre al que salvaron era un tal Carlos Darwin, y más tarde se hizo muy famoso por no se qué pinzones, y no se qué teoría que publicó en un libro tiempo después.
Moraleja:
Hay quienes aceptan que les digan lo que tiene que hacer, pensar y decir. Y luego están los gamusinos.
Perdonen las molestias.
César Fernández Martín 1ºBTO – A
Concurso de relatos Tajamar 2002
1 Comentarios:
Oh my god!!!
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